sábado, 20 de septiembre de 2014

El Premio Nobel de Economía 2014



El altruismo es innato, pero no instintivo. Todos estamos cableados para ello, pero necesitamos 
encender el interruptor.
David Rakoff, escritor y periodista canadiense

La Academia Sueca de Ciencias otorgó el Premio Nobel de Economía (Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas) al economista francés Jean Tirole.

Le fue adjudicado por sus contribuciones al estudio de las industrias con alta concentración de poder de mercado (monopolios, oligopolios o empresas dominantes) y el efecto que ello tiene sobre la economía, así como las alternativas de regulación para atenuar los efectos negativos que estos fenómenos representan.
Tirole y sus aportaciones

Recientemente, por ejemplo, en el libro Balanceando los bancos, Tirole hizo un recuento de los temas que deben ser supervisados en la operación de las instituciones financieras, si se quiere evitar una nueva crisis como la del 2008.

Menos conocido, sin embargo, es el trabajo que Tirole, junto con el economista Roland Bénabou, realizó en relación con el estudio de por qué las personas tenemos conductas altruistas en favor de la sociedad, cuando la teoría económica supone que somos esencialmente egoístas.

En un estudio publicado en el 2005, se presenta una propuesta teórica para comprender, en términos de decisión económica, por qué las personas incurren en conductas desinteresadas y altruistas.

El estudio muestra que la presencia de recompensas o castigos no tienen un efecto favorable para promover conductas en pro de la sociedad, porque su presencia hace pensar a la mayoría de las personas que disminuye el posible efecto positivo en la reputación que las personas pretenden (consciente o inconscientemente) obtener cuando realizan una buena acción (por ejemplo, una obra altruista o de caridad), como si la existencia de una recompensa pusiera en duda la verdadera naturaleza no egoísta del acto.

Lo mismo ocurre cuando se establecen incentivos negativos o penalizaciones, por lo que no sólo no favorecen la conducta desinteresada, sino que la desmotivan.

El estudio plantea que uno de los elementos que incide en la presencia de conductas desinteresadas hacia la sociedad es la necesidad de las personas a que se tenga un reconocimiento público de dicha contribución; sin embargo, esta conducta enfrenta un límite. Cuando las personas perciben un reconocimiento o atención desmedida, se genera nuevamente un efecto negativo, porque se supone que esa exagerada atención provoca suspicacia sobre el carácter desinteresado del acto.

Tirole destaca, además, que la conducta altruista hacia la sociedad no es absoluta, sino que es relativa al nivel promedio que esa conducta muestra en un entorno social determinado. Buscamos hacerlo en un nivel tal que sea superior al promedio de la conducta social, pero sin que sea excesiva.
El efecto de sobrejustificación

Una conclusión importante del estudio se refiere al denominado efecto de sobrejustificación, que significa que cuando las personas tenemos una motivación interna para hacer algo y se nos presentan además de forma externa incentivos positivos (o negativos) para hacerlo, se produce un efecto de cancelación que lleva a que las personas no actúen, aun cuando se trate de una actividad que internamente les es deseable. Es como si el exceso de justificación (externa, sumada a la interna) nos hiciera pensar que es excesivo el incentivo para realizar una conducta.

¿En qué puede servirnos este análisis teórico para nuestra conducta financiera? Primero, en reconocer que para crear conductas financieras favorables, son más fuertes los motivadores internos que los externos y que, por ello, la utilización de incentivos (positivos o negativos) externos tendrá efectos limitados. Por esta razón, los mecanismos que promuevan la conducta financiera a través de la reafirmación de autoestima o la sensación interior de control del futuro serán más poderosos para generar conductas de largo plazo que beneficien nuestra práctica financiera.

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